martes, 29 de noviembre de 2011

Vida...

Vida, déjame superarte, permíteme ser fuerte.
Vida, déjame tejer mi felicidad con hilos de perseverancia.

Vida, déjame crear para mí una vida, déjame un poco de suerte.
Vida. Vida, a veces tan dulce y otras tan amarga.

Vida, déjame ser quien se sobreponga a tus trampas sin pasar por encima de nadie.
Vida, permíteme sentir perdon por los errores del pasado y arrepentimiento por los que cometa en el futuro.

Dejame crecer pero ser eternamente joven.
Déjame vivir para contarte, contarte cuánta vida hay dentro de mí.

Vida, no me hagas una víctima de tus caprichos. No olvides que no eres dueña de mí, y recuerda que tenemos el mismo dueño.

Vida, no te burles de mí con tus ironias, y déjame soprenderte con las mías.
Vida, solo déjame vivir.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Mi programa de radio ^^

Este es un fragmento del primer episodio de Un paseo por las aguas (sí, inspirado en mi último post)

Slow Your Breath Down

lunes, 21 de noviembre de 2011

Un paseo por las aguas.


Me gustaría que fuese la inspiración lo que no me dejase dormir. Últimamente lo que me quita el sueño son las preocupaciones, el qué hacer, cómo hacer, no equivocarme. Algunas mañanas me despierto con un sentimiento fatalista que es capaz de amargarme el día. Entonces oro, pienso que he tirado demasiado de la cuerda y está a punto de romperse. ¿Cuántas veces aun habiendo descubierto lo que nos da la vida vamos dejando pasar el tiempo sin usar “la llave” que abre las puertas?
Sí, existe una llave, pocos lo saben, y los que lo saben lo olvidan. Yo olvido.
He pasado muchos días sin venir aquí. Posponiendo una cita, por pereza, por despiste, por un desequilibrio de mis prioridades. ¿Por qué me cuesta tanto hacer uso de” la llave” que abre todas las puertas? ¿Por qué reacciono cuando siento que la tormenta está justo encima y el barco se hunde?

Existen unos pequeños radares situados en varios puntos del mar de nuestra alma. Nos alertan de diversas formas para que no nos salgamos de la ruta. Para que no nos caigamos por el borde.
Estas sensaciones que a veces tengo de mañana, son alertas de que me estoy alejando, de que me estoy endureciendo. Entonces si soy lista, retomo. Medito. Escucho. Rectifico. Agradezco y vuelvo a pasear por las aguas.

       

Cuando no existe tormenta puedo disfrutar del paisaje, entender por dónde andas y seguirte. ¿Porque quiero seguirte no? Ese era el plan…
A veces pienso que sería interesante inventar una forma de tener “la llave” siempre delante de mis narices, para no olvidarme nunca de usarla, pero seguramente en algún momento –no muy lejano- del viaje decidiría que me estorba y volvería a guardarla quién sabe dónde. Volvería a olvidarla, a obviar el hecho de que es fundamental volver aquí. A esto. A TI.

Recuerdo una historia.
Un barco, una tormenta, un hombre durmiendo.
Imagino miedo, desconfianza, impotencia.
Escucho gritos de pavor, truenos y relámpagos.
Siento el frio de un viento despiadado que amenaza con lanzarme fuera, al vacío.
Entonces miro alrededor y estoy dentro. Dentro de un barco a la deriva en medio del mar, entre hombres desesperados. La lluvia me azota, la corriente me zarandea, siento el frio y el horror. Entonces descubro que hay alguien que duerme. ¡Que duerme!
En medio a toda esta locura alguien simplemente descansa. Intento agarrarme dónde puedo para no caerme por la borda.
Veo todo el alboroto y empiezo a entender. Toda esta gente. Este barco. Este barco soy yo. Esta gente son mis miedos. El que duerme es “la llave” escondido en un rincón de mi ser, casi olvidado. Entonces apresuradamente le despierto a gritos y le digo: ¡Nos hundimos! ¡No hay control! Él abre los ojos, se levanta y le dice al viento, a la lluvia, al mar, a mí: Calma
Y todo se calla. Todo se calma.
Y mirándome serenamente a los ojos me dice: ¿Por qué tienes tan poca fe? Ven, demos un paseo por las aguas.
Entonces entiendo que todo está bajo control. Todo…
Hoy vuelvo a TI, calma mi ser, mi tormenta interior. Apaga el fuego, el ruido. El mundo arde porque ha de arder, pero que tú y yo entendamos que bajo sus alas hay cobijo. Bajo sus alas.

Mil tormentas azotan el mundo, mil tormentas de miedo, hambre, desesperanza, crisis y muerte. Mil tormentas de sufrimiento, de ceguera, de escasez. Mil tormentas de orgullo, de autocomplacencia, de estupidez. Y mil tormentas de pecado.
Una llave. Mil tormentas y una llave. Todos han oído hablar, muchos la conocen. Todos la olvidan, la pisotean, la escupen. Y las mil tormentas son una gran tormenta. Un diluvio y el mundo sigue a la deriva, con un hombre que duerme dentro del barco. Con un hombre que duerme dentro del barco…

Está en tus manos despertarle o no. Voy a dar un paseo por las aguas.


Precioso himno de  Mary Ann Baker un clásico.